El herpes zóster, también conocido popularmente como culebrilla, es una de las infecciones víricas más dolorosas que puede padecer un adulto. Se trata de una consecuencia de la varicela, un rebrote de la enfermedad que ha permanecido latente en los gánglios nerviosos del organismo durante años. En caso de que se produzca un deterioro del sistema inmunológico la reactivación del virus varicela-zóster será el principal responsable de la aparición de esta afección. A continaución, te lo contamos todo sobre el herpes zóster.
Qué es el herpes zóster
El herpes zóster, también llamado culebrilla o fuego de San Antonio en las áreas mediterráneas, se trata de una infección vírica ocasionada por el virus varicela-zóster (VVZ). Esta dolorosa afección se caracteriza por las lesiones cutáneas en forma de ampollas y vesículas, localizadas en los gánglios nerviosos donde interfiere el virus.
Esta infección suele afectar a un 20% de la población, generalmente mayor de 60 años, aunque el 95% de las personas hayan creado anticuerpos frente a dicho virus después de haber padecido la varicela. Las alteraciones del sistema inmunológico, sean transitorias o permanentes, pueden ocasionar el brote del herpes zóster.
Causas
Para conocer los factores que provocan el desarrollo del herpes zóster en el organismo, debemos entender la directa relación que tiene con la varicela. Durante la infancia suele producirse el contagio de la forma inicial del VVZ: la varicela. Una vez se ha superado la enfermedad, el virus queda latente durante varios años en los gánglios nerviosos dorsales, donde puede reactivarse provocando la aparición del herpes.
En sí, el virus varicela – zóster es muy contagioso y suele transmitirse por vía respiratoria. Así, la contaminación del paciente hacia otras personas de su entorno es elevada y puede producirse hasta 5 días después de la aparición de las primeras vesículas cutáneas.
Los factores principales que influyen directamente en el rebrote de la varicela en forma de herpes están directamente relacionados con la inmunidad del paciente:
- Alteración del sistema inmunitario funcional. El propio envejecimiento del organismo produce el deterioro de la inmunidad. No obstante, el estrés o la mala alimentación pueden ser situaciones que debilitan el sistema inmunológico y pueden provocar la reactivación del virus.
- Alteración del sistema inmunitario patológica. El deterioro de la inmunidad es producida por medicación específica como la quimioterapia o los corticoides que se dan en tratamientos contra tumores cancerígenos o infecciones como el VIH.
Síntomas
La sintomatología común del herpes zóster se resume en:
- Dolor. Se trata de una de las infecciones más dolorosas. Las molestias pueden aparecer en el paciente incluso entre 2 y 3 días antes de la aparición de las ampollas debido a la inflamación de los gánglios inflamatorios donde permanecía el virus.
- Malestar. Los dolores de cabeza, la fiebre o los trastornos gastrointestinales son frecuentes y pueden ser consecuencia de una meningitis, una enfermedad que puede causar el propio herpes.
- Vesículas dolorosas. Es la forma en la que se presenta el herpes zóster en el nervio afectado. Durante tres y cinco días se pueden ir uniendo unas con otras hasta formar grandes ampollas que después se convierten en costra y que acaban convirtiéndose al final de la infección en una lesión cutánea de menor riesgo.
No obstante, existen ciertas situaciones de riesgo o complicaciones que pueden provocar síntomas concretos como:
- Reducción de la visión. Si el herpes se aloja en nervios craneales los párpados pueden verse afectados, lo cual pone en peligro la óptima visión del paciente. Esto puede convertirse en glaucomas o iridocilitis grave.
- Lesiones bucales. Si el herpes zóster afecta al nervio mandibular se pueden ocasionar lesiones en el paladar, el suelo de la boca, las amígdalas o la lengua, lo cual puede poner en riesgo el sentido del gusto.
- Neurología postherpética. Es una de las complicaciones más importantes que se dan hasta en un 50% de los pacientes mayores de 50 años. El nervio afectado ocasiona un dolor permanente o intermitente en el nervio afectado, que puede llegar a incapacitar a la persona que lo padece.
- Parálisis. Si el herpes llega al sistema nervioso central (médula ósea) puede llegar a provocar parálisis motora.
Asimismo, pueden producirse otras afectaciones neuromusculares como:
- Miositis. Inflamación muscular dolorosa que si evoluciona puede llegar a producir necrosis.
- Mielitis transversa. Inflamación de la médula espinal que se manifiesta a través de alteraciones sensitivas o motoras.
- Síndrome de Guillain-Barré. Dolor, debilidad e incluso parálisis de las extremidades que puede evolucionar y ascender hacia el tronco y llegar al rostro. Puede resolverse espontáneamente en semanas aunque suele requerir de ingreso hospitalario.
Por último, cabe remarcar la relación del herpes zóster con el VIH. Se ha demostrado que las personas con sida son más propensas a padecer esta afección que, además, se presenta de manera más agresiva y las lesiones pueden durar mucho más tiempo que en una situación de infección básica.
Diagnóstico y tratamiento
Para diagnosticar el herpes zóster debe realizarse una exploración física concreta en la que, además, el doctor pueda hacerse con muestras del virus a través del tejido de las vesículas cutáneas o las lesiones que haya provocado el mismo. Para todo ello se suele recurrir a pruebas como el test de Tzanck para obtener líquido de las ampollas.
Prevención
¿Se puede prevenir el herpes zóster? Para evitar su aparición debes evitar la infección del virus varicela-zóster. Para ello es imprescindible la vacunación, sobre todo en niños y en mayores de 60 años.