La tuberculosis es una infección bacteriana que suele afectar principalmente a los pulmones, aunque puede dañar otros órganos del cuerpo. La tuberculosis es una enfermedad que se puede extender fácilmente a través de la tos, los estornudos o incluso el habla, por lo que es importante tenerla completamente controlada a fin de evitar contagios, que generalmente se dan en personas que tienen un sistema inmunitario débil y para las que la tuberculosis podría llegar a ser mortal si no se trata adecuadamente. ¿Quieres saber más sobre esta infección? En tuSíntoma hablamos de tuberculosis, de sus causas, de su síntoma y del tratamiento más efectivo para su cura.
Qué es la tuberculosis
La tendencia de la bacteria infecciosa a formar tubérculos en los pulmones da lugar al origen del nombre de la enfermedad. La tuberculosis es una infección bacteriana causada por el Mycobacterium tuberculosis, una bacteria que daña principalmente los pulmones, aunque también puede afectar a otros múltiples órganos. Aunque el máximo apogeo de la enfermedad se alcanzó durante el siglo XX, todavía se estima que un 30% de la población mundial padece tuberculosis latente, aunque solo el 10% padece la enfermedad de manera activa, siendo así la segunda enfermedad infecciosa con más número de afectados después del sida.
Cuando hablamos de tuberculosis latente nos referimos a las bacterias conviven en el cuerpo sin que se desarrolle la enfermedad, dado que el sistema inmunitario trabaja para que éstas no se multipliquen. No obstante, si el sistema inmunitario de la persona contagiada es débil, las bacterias podrán activarse en el cuerpo y multiplicarse rápidamente, por lo que se pasaría de una infección latente a la enfermedad de la tuberculosis en sí y empezarían a desarrollar los síntomas propios de la misma. Es importante acudir rápidamente al médico si se sospecha el contagio dado que se trata de una grave enfermedad que si no se trata adecuadamente puede resultar mortal.
Causas
La tuberculosis se trata de una enfermedad infecciosa que tiene como único origen el contagio que provoca el Mycobacterium tuberculosis, la bacteria que da lugar al desarrollo de la enfermedad en el organismo.
El habla, la tos, los estornudos o las condiciones higiénicas deficientes son algunos de los motivos que pueden ayudar a la expansión de la tuberculosis, que es capaz de propagarse rápidamente a través del aire, el medio principal por el que se transmite dicha enfermedad. No obstante, también existen otras vías de transmisión como la alimentaria como la leche pasteurizada o de la mamá al feto. El contagio ocurre cuando una persona sana inhala gotas de saliva, por microscópicas que sean, que proceden del enfermo. Estas gotas suelen instalarse en el pulmón, el principal órgano afectado por la enfermedad, donde proliferan desarrollando la enfermedad.
Síntomas
La tuberculosis más común es la que se instala en los pulmones y se desarrolla en este propio órgano. Aunque existen otros tipos de tuberculosis que pueden afectar a otros puntos del organismo, los síntomas que produce la enfermedad suelen ser comunes. Entre ellos, destacan:
- Tos persistente y seca: se trata del síntoma principal, dado que la infección se desarrolla en el pulmón, y del método más frecuente de contagio.
- Expectoración: expulsión de flemas y sangre.
- Sudoración, sobre todo durante la noche.
- Febrícula (entre 37 y 37.5ºC)
- Fatiga, cansancio y malestar general: debido a la dificultad pulmonar y al esfuerzo del sistema inmunitario para luchar contra la infección.
- Dolor en el pecho: provocada por la presión de la infección sobre los pulmones.
- Pérdida de apetito y peso sin causa aparente.
Es común que la tuberculosis se expanda poco a poco por otros tejidos, ya que las bacterias infecciosas se van multiplicando poco a poco mientras colonizan otras partes del organismo. Esto se da en las fases más avanzadas de la enfermedad, momento en el que los pulmones ya tienen pequeños agujeros que permiten la movilidad de la bacteria. Los síntomas en estas etapas suelen ser más graves.
Diagnóstico y tratamiento
La tos persistente, la expectoración acompañada de sangre o la dificultad de respiración son señales evidentes de que algo está ocurriendo en nuestro organismo. Para diagnosticar la presencia de tuberculosis, el médico deberá analizar exhaustivamente los síntomas, además de realizar pruebas concretas como análisis del esputo y radiografías de tórax. Otro examen habitual es el conocido como prueba de la tuberculina, con la que se inyecta en la piel una proteína derivada de la bacteria infecciosa, aunque inofensiva, para observar la reacción cutánea ante ella. Las conclusiones del médico pueden variar dependiendo del contacto que ha tenido el paciente con personas con enfermedad activa o infección latente.
Si el diagnóstico es positivo, es importante iniciar el tratamiento contra la tuberculosis, un proceso largo y complejo que se basa, principalmente, en la ingesta de antibióticos durante periodos de 6 meses, en los que suelen combinarse isoniazida y rifampicina para actuar sobre la bacteria más efectivamente. La dosis exacta deberá ser preescrita por el médico, después de valorar cada caso de tuberculosis y su contexto.
El tratamiento de tuberculosis no suele requerir de hospitalización, a no ser que la enfermedad haya avanzado tanto que esté afectando a tejidos más controvertidos como el cerebro. No obstante, durante todo el tratamiento se realizarán pruebas, exámenes y análisis a fin de evaluar el estado de la enfermedad y minimizar riesgos. Es importante que se tome la medicación a diario y en ayunas, para poder actuar directamente sobre la infección. Además es aconsejable tomar ciertas medidas para asegurar la eficiencia del tratamiento como evitar el alcohol, utilizar protección solar o mejorar la higiene del entorno.
Aunque la tuberculosis es una enfermedad relativamente fácil de curar si se coge a tiempo, pese a que todavía no se ha erradicado por completo desde el siglo XX – época de máximo apogeo para la enfermedad -, el tratamiento permite expulsar las bacterias que han ido colonizando el pulmón, pueden quedar secuelas si no se diagnostica a tiempo. Se recomienda evitar el contacto con enfermos de tuberculosis, sobre todo durante la primera etapa de la enfermedad que es la más contagiosa. Consulte siempre a su médico ante cualquier duda.